contacto con las palabras de nuestros antepasados, teniendo en cuenta, además, que lastraducciones envejecen con el paso del tiempo, se vuelven insoportables e ininteligibles, y sobretodo, que todavía hoy muchas de las obras clásicas se hallan fuera del alcance del público noespecializado en la materia por no existir una traducción o edición popular.Como vemos, estas dos lenguas, muertas para la amplia mayoría de hispano-hablantes, siguenestando vivas y resisten con el paso del tiempo; no olvidemos, por otra parte, que el latín (ytambién el griego) es la base fundamental de nuestra lengua y de otras lenguas como el catalán,el francés, el gallego, el sardo o el rumano (las catalogadas como “lenguas romances”). Larealización de algunas tareas concretas como el estudio de las especies naturales en biología o latabla periódica de los elementos en química no serían posibles sin la influencia de estas doslenguas; de otro modo, ¿cómo entenderíamos, por ejemplo, que el símbolo del sodio sea Na (enlatín, sodio era natrium = “sosa”, “sodio” tras una evolución fonética) o que al perro también se lellame “can” (canis lupus, que no se refiere, por otro lado, al perro, sino al lobo, aun con lacercanía de especie que existe entre ambos)?. Este es sólo un botón de muestra de la importanciadel griego y del latín en nuestra lengua, que ya es mucha, pero esto va mucho más allá: el estudiode la lingüística indoeuropea (base del latín y del griego) nos hace plantear, con rotundaseguridad, las semejanzas lingüísticas de los dos idiomas más pujantes y fuertes de nuestrasociedad: el inglés y, cada vez en mayor medida, el alemán, lenguas que, en teoría, no se parecenen nada, pero que parten del mismo tronco lingüístico.No estaría de más, para acabar, el agradecer el esfuerzo y el tesón de todas las partes implicadas(doctores, profesores, licenciados y alumnos) para que la Filología Clásica siga estando presenteen los institutos de secundaria y en las facultades de letras. No es fácil, créanme, el mantener elinterés por estas lenguas a los alumnos de esta generación, más preocupados por toda latecnología que les rodea que por conocer esta puerta que ha servido de vehículo perfecto para elpasado, presente y futuro de la civilización occidental. Esfuerzos traducidos en la creación deasignaturas como “Terminología greco-latina” o “Latín activo” son de aplauso; nadie ha tenido lavalentía de llevar a la práctica el dicho de “renovarse o morir” en el sentido más puro del término.Y es que cuesta muchísimo ilusionar a estos alumnos con el latín y el griego, a pesar de que se hademostrado la incuestionable influencia que han ejercido –y siguen ejerciendo- en muchos hábitosde nuestra vida. Gente como la que les escribe se muestra muy orgullosa de llevar el nombre delas letras clásicas, y quienes lo llevamos, lo hacemos con la cabeza muy alta. Esperemos queestas humildes líneas no hayan caído en saco roto a la gente que todavía piensa que estudiar